Micro comercio un kilómetro a la redonda del Bicentenario: mercaderes alrededor del templo

Un evento histórico es sin duda el que se vivió los últimos días en relación al encuentro por eliminatorias mundialistas entre los seleccionados de Argentina y Brasil.

A la performance de la prensa nacional e internacional haciendo despachos radiales y televisivos, o tomas fotográficas con grandes cámaras, en muchas esquinas del centro sanjuanino, se suma la gran movilidad en la economía hotelera, gastronómica y turística en general. Pero faltaba para el final quienes se preparaban en los alrededores del espacio protagónico, el estadio.

Un factor importante en la fiesta del futbol de ayer, como en otros eventos trascendentales en el joven Estadio Bicentenario, es el tema de los estacionamientos.

Para Ezequiel es la primera vez que aparca vehículos en la esquina de Gral. Acha y Calle 7, donde es recientemente casero de una finca. Ahí decidió compartir con el dueño ganancias metiendo en el predio de la finca decenas de autos y motos. “Más o menos se meten entre 30 a 35 autos, al menos yo voy viendo desde el principio la forma en que van a salir, previendo cuando la gente empieza a irse de la cancha.”

Aquí, eso sí, no cabe la ambición a cambio de un mal servicio. Ezequiel aclara: “si hubiera sido por mí, lleno el predio completo y los vehículos salgan como puedan, pero no, yo he decidido tomar esa precaución”.

Solo calculando los autos que entraron al predio que administró ayer Ezequiel como estacionamiento, cobrando $600 por cada uno, la cuenta se alza sobre los $21.000. Espacios particulares como ese, en el perímetro que envuelve Calle 6, Gral Acha y Calle 7, son casi una treintena.

SANDWICH Y BEBIDAS AL PASO

Fátima y hermanas  viven a espaldas del recinto del Estadio, por calle 7, a mitad de cuadra entre Gral. Acha y Ruta 40. También prestan servicios por primera vez, pero lo hacen alimentando y refrescando la sed del público transeúnte, con papas fritas, sándwich y bebidas.  “Se dio que justo pasan esta vez por acá, pero no siempre es así, este era un evento de mucha gente y nos decidimos en el momento que nos enteramos que pasaban por acá, pero no es siempre”, comenta.

Cuando faltaban 15 minutos para el comienzo del cotejo, a Fátima y sus hermanas no les quedaba nada en los 3 freezer llenos que tenían sobre el acoplado de una camioneta en el puente de entrada de casa, junto a la calle, y solo una docena de sándwich. “Teníamos como 20 packs de gaseosas y 30 bandejas de cervezas”, resume.

PROFESIONALES DEL CHORI

Matías lleva vendiendo en los pasillos que se ubican bajo las gradas casi desde que empezó a funcionar el estadio al público. Según confiesa este evento tuvo tanta venta como cuando se dio un superclásico entre Boca y River en septiembre de 2017.

“Acá somos dos puestos que atendemos la entrada a la cancha, y para no quedar cortos contamos antes con al menos 400 hamburguesas y 400 choris”, dice. Si se saca cuentas, a $500 pesos ambas alternativas, hablamos de $400.000 pesos sin contar la venta de bebidas.

Toda esta dinámica, confiesa, pudo haber sido mayor de haberse cumplido el aforo permitido en el estadio. Asegura que “así como está no podemos trabajar bien, porque no pueden bajar a comprar, ha entrado más de la capacidad de la gente que pueden entrar”. De lo contrario el puesto de Matías se podría haber reabastecido aún más en el entretiempo.

Como se ve, con esas irregularidades en el aforo, también tuvo su parte el negocio de las entradas “truchas”, rebasando el volumen permitido. Ya el día anterior, las entradas populares valían 10 veces el valor original, imaginar que al parecer circuló boleto falso. Alrededor del templo, ningún mercader perdió.

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